El invierno es una estación preciosa. Sin embargo, en lo que respecta al calzado, el invierno también tiene sus inconvenientes con la nieve, la sal de la carretera, el granizo y el barro. El cuidado adecuado es crucial, porque protege tus zapatos para que puedas disfrutar de ellos durante mucho tiempo.
La regla general para los zapatos nuevos o que no se han usado durante mucho tiempo es rociarlos con un spray impermeabilizante antes de usarlos por primera vez. La humedad y la suciedad son uno de los mayores peligros para los zapatos, ya que dejan manchas y atacan el material.
La impermeabilización crea una película protectora en tus zapatos. Siempre que hayas limpiado los zapatos después de ponértelos, lo mejor es volver a rociarlos cada tres o cuatro días para conseguir una protección duradera.
Después de caminar por la nieve o la lluvia, limpia primero tus zapatos con una esponja húmeda, de lo contrario corres el riesgo de que se formen rugosidades de nieve y sal.
No coloque los zapatos empapados delante o sobre el radiador, ya que puede provocar grietas y dañar el material. Lo mejor es colgarlos o colocarlos inclinados para que se sequen a temperatura ambiente, quitándoles la plantilla y secándolos por separado. Lo ideal es utilizar una horma para mantener la forma del zapato.
Si la suciedad ya se ha secado, utiliza un cepillo para zapatos que se adapte al material. Una vez limpios y secos, los zapatos necesitan un producto de cuidado (crema) que se adapte al material del zapato para que vuelva a ser flexible.
Se recomienda llevar al menos 2 pares de zapatos de invierno en rotación, porque siempre es bueno dar al zapato tiempo suficiente para airearse y secarse.
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